Mansoura Ez-Eldin
El Cairo | 27 Febrero 2013
Hay una fotografía. Muestra una
pizarra de madera verde, en la que lo primero que llama la atención son las
palabras escritas sobre ella: “La educación es un derecho de todos”.
Quien lleva la pizarra en la mano es
un chico vestido de negro, que oculta su rostro con la otra mano. Tras él se
observan los postes rotos de un portería de un campo fútbol y un soldado de la
Seguridad Central sentado sobre una silla; el fuego consume la otra portería,
tirada lejos de su emplazamiento original. A la izquierda de la imagen, la
cámara ha congelado el movimiento de unas siete personas.
El lugar es el patio de una escuela
en llamas, aunque el incendio sólo aparece en la imagen como un atisbo de
llamaradas, en su mayor parte tapadas por la pizarra y el chico que la
lleva. El patio nos hace recordar que el
juego, al igual que la educación, es un derecho de todos.
Justo detrás de las siete personas se
observan las palabras “El castigo o el caos” y como no ha habido castigo hasta
ahora, deducimos que es el caos que aquí hace acto de presencia. El estado del
patio nos indica que lo que hay escrito en el muro es una advertencia o amenaza
que se ha convertido en una realidad.
Hay otras imágenes, que muestran con
más claridad el incendio que arrasó los dos colegios veteranos “Liceo de la
Libertad” y “Al-Huiati” el pasado día 26 de enero. Algunas muestran trozos que
han sido devorados por completo por el fuego, o libros y cuadernos convertidos
en combustible. Sólo que esta foto en concreto, por las palabras escritas en la
pizarra verde, se ha convertido en un icono momentáneo en facebook, habiéndose
publicado más de quinientas veces en sólo dos días, antes de desaparecer antes
de desaparecer – como es habitual en este medio – y ceder el espacio a nuevos
conflictos que tampoco tardarán en ser olvidadas a su vez.
Algunos, seducidos por lo bien que
encajaba lo del “Derecho a la Educación” con los objetivos de la Revolución,
fueron suponiendo que al joven se le había impedido concluir sus estudios y que
por eso se había unido a las manifestaciones, levantando esta pancarta en la
cara de los tiranos que le habían robado sus derechos. Una interpretación
romántica, que se repite en la mayoría de las páginas de Facebook, con adornos
imaginarios que varían de una persona a otra.
Como reacción a ese ardor
revolucionario, otros – entre ellos algunos que dicen haber estado presentes en
el momento del incendio de los dos colegios – afirman que el héroe de la
instantánea era un baltaguí [sicario] que estaba participando en el saqueo de
los bienes del colegio El Liceo y lo que portaba no era una pancarta de
protesta sino parte de su botín.
¿Un rebelde o un baltagui? No lo
sabemos pero casi diría que no tiene importancia. Lo importante es que, en este
preciso momento, hay estudiantes a los que temporalmente se les priva de su
derecho a la educación no sólo por causa del incendio, sino porque la policía
se enzarzaba en los dos colegios para pegar a los estudiantes durante los días
siguientes.
¿Rebelde o baltagui? La pregunta se
irá desvaneciendo y desaparecerá con el tiempo. Quedará una moraleja que nos
avergüenza por su obviedad, y una fotografía cargada de significado, a la que
no le quita ni le resta impacto la idea de que muestre a un supuesto ladrón.
Más bien al contrario: esto le añade a la imagen sorna y carga interpretativa;
parece como si nos sacara la lengua, mofándose de nuestra simpleza que nos
impide ver los espacios intermedios, burlándose de los clichés sobre los que
algunos nos apoyamos en el intento de simplificar el mundo y dividirlo en dos
bandos enfrentados.
La fotografía es, así, un agujero a
través del cual atisbamos una visión fascinante de la realidad, pero es un
agujero trampa, que oculta más de lo que muestra.
“Basta con una breve señal para
entender el aviso”, según dijo el poeta Buhturi en otro contexto diferente. La
idea en este caso no es lo que dice la imagen, sino aquello que esconde y
aquello que calla y oculta el humo del incendio.
El portador de la pizarra de madera
permanecerá atrapado por la cámara en un tiempo muerto que nunca avanza.
Seguirá insistiendo en ocultar su rostro con la mano, protegido por una ambigüedad
a la que favorece la naturaleza del momento actual. Seguirá insistiendo en
ocultar su rostro con la mano, protegido por una ambigüedad a la que favorece
la naturaleza del momento actual.
Mientras tanto, nosotros observamos
un mundo momificado en un álbum de fotos que se nos escapan de pronto y se
adentran en la confusión y el enigma.
Publicado en Al Modon • 27
Feb 2013 • Traducción del árabe: Belén
Fernández Escudero / Ilya U. Topper
Via: m'sur
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